Un caso de psicoanálisis con niños: Las caras de la violencia

El angel musculoso
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Nota: Los datos sensibles fueron alterados a fin de preservar el anonimato del sujeto.   

Lo indiscriminado de la violencia

Juan es traído al consultorio por su mamá y su abuela quienes explican en modo exaltado los problemas que presenta en la escuela: “Dicen que se pelea, que es malo con otros chicos. Él no sabe por qué”. Actualmente la familia se ensambla en torno a la abuela materna, Irene. Viven todos bajo el mismo techo: María, la mamá de Juan, su tía Eva y la hija de ésta, luego de separarse de sus respectivos maridos. Por otra parte los Servicios Sociales dispusieron para el menor la concurrencia a un Centro psicoterapéutico y la patria potestad de Eva pasó a manos de Irene, ya que la madre fue denunciada por abandono de menor. Según la abuela “la culpa es de los asistentes sociales, que no explican”. Juan por su parte aclara que su mamá se separó del papá “porque no la quería”. Actualmente, éste vive en otra ciudad y ha formado una nueva familia. Juan tiene un hermano menor al que no conoce.

¿Trastorno Ansioso Generalizado de la infancia? 

El diagnóstico del informe escolar indica que Juan sufre del “Trastorno Ansioso Generalizado de la infancia” conocido en el DSMV con el acrónimo de TAG. Según el nomenclador, quienes lo padecen presentan dificultades para controlar la ansiedad debido a eventos que pueden resultar traumáticos, como ser: divorcio de los padres, pérdidas, mudanzas, abusos, miembros familiares temerosos, ansiosos o violentos. Los comentarios adjuntos en el informe hacen referencia a la impulsividad del menor y su prepotencia en las respuestas. Se añade que el niño presenta crisis de rabia y dificultad para mantener la atención. Concluye diciendo que tiene “necesidades educativas y de inserción escolar. Las funciones cognitivas no se encuentran comprometidas, aunque se esperan recaídas importantes en cuanto a su comportamiento. La ansiedad repercutiría en la posibilidad de la obtención de logros en la escuela, lo que podría generar continuas frustraciones”. De todos modos dichas enunciaciones no resultan mayormente relevantes en la elaboración de una dirección de la cura posible. Existen diversas orientaciones en el trabajo con niños, aunque las fundamentales son dos: una línea de tipo terapéutico-reeducativa y otra analítica. La primera ofrece instrumentos identificatorios para un dominio de las pulsiones a través del saber. El psicoanálisis en cambio no procura nuevos significantes o cadenas identificatorias sino que apunta a domesticar la pulsión por medio de una significantizaciόn del trauma, que es siempre el encuentro con lo pulsional.  

La rabia y sus formas

Una vez que la madre y la abuela se retiran del consultorio, le pido al niño la rabiadibujar a los integrantes de su familia. Los diseña del “más viejo al más joven”. Su padre y el hermanastro, en otra hoja. Toma una hoja más y diseña la rabia. A partir de ese momento, lo último representado en el papel vehiculiza la palabra. En las sesiones sucesivas el tema se hace siempre presente, aunque la describa con dificultad. En las hojas va tomando formas diversas. Aparece “il diavolo arrabbiato”[1] y más tarde los colores que la representan: la rabia roja, negra, verde y azul. “La azul es la rabia que pasa rápido”. En otra sesión dibuja los ojos de la rabia. “Son enormes!” En otra, sus cuernos.  “la rabia cornuda… es muy mala… más mala que yo”. 

El padre, la madre, la falta

En este universo de mujeres, los hombres ocupan un lugar delineado por la ausencia o la violencia. El padre de Juan, Victorio, fue criado por una madre prostituta a la que su marido golpeaba cuando se emborrachaba. En medio del caos quien se hace cargo de Victorio es su hermana mayor. Conoce a María cuando ella tenía trece y él quince. Después de diez años de idas y vueltas además de una estadía en la cárcel, Victorio recibe el ultimátum de María: “O hacemos una vida juntos, o terminamos”. Accede. Nace Juan y al poco tiempo se va de la casa. Enseguida tiene un hijo con otra mujer. María concluye: “Vos hacé tu vida con esa chica y yo con Juan”. Por un año le impide verlo. Explica que actualmente que el niño duerme con ella debido a reformas iniciadas en casa de Irene. Juan le demanda que se case nuevamente, a lo que responde: “Ni siquiera lo pienso! Yo te tengo a vos”. Transcurrido un tiempo, en una de las sesiones, Juan toma un león de bronce junto con la estatuilla de una mujer y exclama: “El león y la patrona. El león no fue domesticado. La patrona es buena, joven y tiene al león como hijo. Tiene quince años y puede hacer de todo, hasta comandar la foresta pero a los hombres los comanda el rey”. Luego carga la estatuilla de la mujer con una gran cantidad de pequeños objetos. Pregunto si lleva todo ella: “Si, el león no la ayuda. Tiene rabia. Le arranca un dedo a la patrona y se lo come”. Sucesivamente, carga al león con un objeto. “Él lleva solo esto, no le sale llevar más”. Luego lo carga excesivamente. Cuánto!, exclamo; “Sí, más que la patrona. El león le saca otro dedo… y la mano! Lo hace porque tiene rabia. Carga todo él y tiene rabia. Es difícil mantener el equilibrio”. Siguiendo la lógica del caso, cuando el niño es tomado como objeto del fantasma de la madre, la justificación absoluta de la existencia de éste es ser ese objeto en el fantasma materno. En los casos más graves, la función paterna está completamente fuera de juego. Cuando el padre de Juan se hace presente, María le reprocha la historia pasada en común y el no estar para el hijo como debiera. Le sugiero consentir la relación entre ambos y observar qué sucede.  

El trauma de lo sexual y la agresividad

Juan finalmente relata un episodio. Peleó  con un compañero y a raíz de ello no irá a la salida organizada por la colonia de vacaciones. “Me vuelvo todo rojo e hirviente, me sale humo y no veo nada más. Me vuelvo como un diablo. Rabioso”. Empieza a golpear el diván. “Los tambores del diablo…. No puedo romperlo”. Pregunto si quiere hacerlo: “No sé… es el diablo que me El diablolo dice”. El diablo te habla?: “Sí. Cuando tengo rabia veo su sombra, pero en mi mamá… está un poco mezclado”. Lo dibuja. “Es largo el diablo… tiene tantos ojos, el cuerpo todo rojo, barba y bigotes… pito. Pregunto dónde está el pito. “Bah, no sé… tiene una equis sobre el pito”. Después cancela todo con el color rojo y escribe “el diablo”. En el trabajo analítico el material aportado por los niños es el mismo que en el caso de los adultos aunque la dirección de la cura resulte más difícil. El menor debe interpelarse sobre el significado de ciertas cosas que le suceden. En el caso de Juan, el campo de las identificaciones y la pregunta por la sexualidad están muy comprometidos. Si la madre aparece como un Otro absoluto, el hijo no tiene lugar para “ser” y tiene que ceder su cuerpo antes de tenerlo. Los estallidos de emoción violenta de Juan podrían ser tentativos de resistencia a la operación de separación por no tener la habilitación para hacerlo.

Las madres

María quiere conversar conmigo. Muy enojada cuenta que su hermana Eva, única persona capaz de calmar a Juan, ahora lo rechaza debido a las agresiones hacia su hija. Dice que el sobrino necesita reglas, que lo tienen que poner en penitencia. María no está de acuerdo: “A Juan hay que explicarle, hacerse amigo de él. Es culpa del nuevo novio que le mete ideas raras en la cabeza”. La abuela Irene coincide con María: “Es culpa de ese chico. Dice que va a avisar a los Servicios Sociales. Qué exagerado! Todos hicimos así. Yo tiré a mi hermano del balcón y quedó paralítico al 80% de por vida. Mi mamá no me lo hizo pesar, los hermanos son así”. Intervengo diciendo que la falta de reglas los llevó a la oficiosidad de los Servicios Sociales. Luego entra Juan con los pantalones desgarrados. Se los arrancó: “Tenía calor y quería tomar aire en las piernas”. Le propuse pensar en otras soluciones, por ejemplo ponerse pantalones cortos. Dice que no puede porque la mamá se enoja. De hecho una madre debe autorizar al niño a verse a sí mismo como alguien diferente a ella, con deseos y necesidades propias. De lo contrario las soluciones encontradas por éste podrían resultar bizarras para no ir en contraposición al deseo materno.

Las soluciones del Servicio Social

El IsisLos Servicios Sociales establecen diferentes medidas por las cuales Juan deberá llevar a cabo una serie de actividades que lo integren en un entorno reglado y de identificaciones positivas. La idea es introducir normas de comportamiento y convivencia con el prójimo. En consecuencia inicia karate, catecismo, concurre a los boy scout y va a la escuela. Cuando finaliza la presentación del calendario de actividades, dice: “Pero a mí me gusta hacer lío. Ayer rompí la cama”. Cuenta que en la escuela, todos le tienen miedo y eso le gusta. Le gusta la violencia y la quiere dibujar: “El Isis es violento”. Le hago notar que en su dibujo, él propone la muerte del Isis. De hecho la temática elegida permite entrever la dificultad para abandonar modalidades de enfrentamiento y lucha continua, donde el otro debe desaparecer para que él logre conseguir un lugar. Esto ocurre cuando el niño  no está lo suficientemente subjetivado en el Otro, o por la ausencia de inscripción en el simbólico.  

Scooby Doo y el ángel

En una nueva sesión solicito detalles sobre el diablo: su descripción, en qué momentos se presenta, qué le dice y demás. Lo pongo ligeramente en duda. En el encuentro siguiente cuenta: “Hoy mamá cumple treinta y cinco años, le preparamos una fiesta sorpresa y voy a regalarle a Scooby Doo. Es un dibujo animado que resuelve misterios…. Cosas que dan miedo, pero al final son siempre enmascarados”. Sucesivamente surge un nuevo personaje: el ángel custodio de Juan. Dice que tiene que activarse un poco porque el diablo se le apareció otra vez, pero “en el futuro, en los sueños”. Este nuevo personaje comienza a ganar terreno en las sesiones y en sus dibujos. Lo diseña haciendo pesas para que pueda luchar contra el diablo: “El ángel entró en mí por la nariz. Olfatea a los nenes buenos, entra en el cuerpo y no podés vencerlo. Entonces tenés la guerra dentro de vos”. En otra sesión asegura que hay que reforzar todavía más al ángel porque cuando salieron al recreo, un chico lo provocó… a él… al diablo! Entonces le pegó. Hace un dibujo donde dispara proyectiles y pipí. De las axilas salen bombas de olor y caca de la cola. El cuerpo de Juan se convierte en un instrumento de defensa a través de sus orificios. Seguidamente hace la primera confesión, luego la comunión y oficia de monaguillo. En junio le darán el boletín y me lo quiere mostrar. Mejoró mucho en la escuela. En el verano irá a una colonia de vacaciones. Luego de enumerar una serie de reglas que deberá respetar siguiendo las recomendaciones del cura y los varios maestros, dice: “Pero yo quiero usar la violencia, yo soy un violentista”. 

Momento de concluir

Los niños que se hallan en período de latencia –pasada la fase edípica- son grandes “hacedores de fantasías”, a veces como defensa contra las ansiedades que experimentan. Es el caso de Juan. Por otra parte amor y odio son algo más que estados afectivos, involucran operaciones simbólicas fundamentales en cuanto a tener o no tener un lugar en el Otro. El niño por sí solo no puede ocupar un espacio simbólico determinado sino que requiere de alguien que lo ofrezca. Amar es dar espacio. En este sentido las intervenciones con María miraron a la cotidianeidad de ambos, subrayando la importancia para Juan de tener una habitación y cama propias que al inicio del tratamiento no estaban contempladas en las reformas iniciadas en la casa de la abuela materna. Mío-tuyo; externo-interno, bueno-malo son conceptos que se irán desplegando a partir de una separación real y simbólica del cuerpo de la madre. Al inicio del análisis los pares opositivos no habían sido aprehendidos por el niño. La tarea desplegada en el dispositivo analítico fue la de orientar su construcción. En el trabajo de subjetivación, Juan presenta un diablo bueno y un ángel malo. Cuando el ángel inicia a decir cosas buenas, se convierte. Las transformaciones se sucedieron frecuentemente a lo largo de la experiencia analítica.Mas allà del océano Pasado un año del inicio de la cura, le comunico con cierta anticipación mi regreso a la Argentina. Posteriormente se va de vacaciones con el padre y conoce al hermanastro: “El diablo se me presentó muchas veces, pero se fue”. Va de camping con los Boy Scout: “Estuve de domingo a domingo sin mamá. No la extrañé”. Última sesión. Juan asegura que ahora peleará solo para defender a las mujeres. Luego enumera las diferentes categorías de los Boy Scout y cuenta que lo ascendieron a lobo de la ley. “La ley de la jungla”, agrega. Indica que la gente puede hablar a la distancia con una computadora. Asiento y propongo que si en algún momento lo desea, podemos charlar. Me regala un último dibujo.
  • Autor: Lic. Rosana Alvarez Mullner
REFERENCIAS [1] El diablo enojado. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
  1. AAVV (2006), Autismo e psicosi infantile, Clinica e Istituzione, Roma, Borla.
  2. Di Ciaccia, A. (1997), El niño, la familia y el inconsciente, Terceras Conferencias Oscar Masotta, Barcelona, Ediciones Eolia.
  3. Rodulfo, M, Rodulfo, R. (1986), Clínica psicoanalítica en niños y adolescentes, una introducción, Argentina, Lugar Editorial.