El objeto mirada y lo mirado

El gato de Bill Clinton. Un asunto lo suficientemente convocante como para que un cúmulo de fotógrafos acreditados intente llevarse la mejor imagen de Socks y ofrecerla en lo sucesivo al fisgoneo del momento.

 

Esta fotografía me trajo a la memoria otra que pareciera ubicarse en las antípodas, aunque la distribución formal de la escena diga lo contrario. Me refiero a la de Nathan Weber, que retrata a algunos de los catorcefotoperiodistas presentes en el lugar abocados a capturar la imagen de Fabienne Cherisma, de 14 años, muerta en Haití durante el terremoto del 2010. Lo mirado cambia, la voracidad de la mirada, no.

El psicoanálisis reconoce a la mirada como uno de los cinco objetos libidinales del individuo. Es catalizadora de pulsiones que varían en sus manifestaciones según las épocas. En la actualidad, quien asume el rol de espectador demanda constantemente nuevas visiones para consumir.

En el horizonte general, los fotógrafos son enviados a la caza de imágenes en forma más o menos temeraria a fin de satisfacer a “los devoradores”, alimentados por los maas media. Se argumenta que la necesidad de ver de las personas está directamente relacionada con la intención de cambio en la sociedad. Si bien podría ser uno de sus efectos, no existe una nobleza intrínseca en ello. El interés por Socks, presente en la primera foto, derivó en el establecimiento del Día Internacional del Gato, mientras que lo mirado en la segunda, no inclinó la aguja de la balanza. Fue solo consumido. 

Las imágenes que muestran el horror de la condición humana, reclamadas y rechazadas al mismo tiempo por la sociedad, muchas veces han llevado a una lectura de los hechos que coloca la responsabilidad en quien da a ver, en el intermediario.  ¿Es culpable el fotógrafo por mostrar? ¿Debe intervenir, cambiar el rumbo de los eventos que presencia?

Se pide más que mostrar. Es el caso Kevin Carter, ganador del Premio Pulitzer en el año 1994 con la fotografía de “La niña y el buitre”. La ética del momento cuestionó al fotógrafo sin abrirse a otras reflexiones, por ejemplo, el saqueo que sufrió África a lo largo de la historia y sus consecuencias.

Cuando la depreciación de lo humano interpela al propio género en modo radical, la solución es habitualmente exigida a un Otro todopoderoso que a menudo se encarna en líderes, tiranos o benévolos, que pueden dar la talla y otras, en sujetos que no logran responder con su existencia. El compromiso individual para actuar sobre lo que conmueve la mirada de cada uno con acciones concretas, no entra en juego. Las personas frecuentan la escena del mundo a través de las redes sociales y se manifiestan con mensajes a favor o en contra de los hechos, esperando que sean otros a intervenir.

Las fotografías escogidas comparten el rasgo de mirar la mirada. Quienes plasmaron las escenas advirtieron el verdadero objeto, lo que allí se juega. Aunque la primera se acerque a la parodia y la otra, al horror, en las dos existe algo que las acomuna: ambas son mirada.

En la mirada existe siempre “algún juego de luz y de opacidad” en una dimensión de abertura o ventana. Al mirar somos parte del cuadro. Nos reconocemos sin saberlo en aquello que rechazamos y en ocasiones, ahí no queremos encontrarnos.

CREDITOS

-Press photographers surround Socks, the cat who belongs to the family of US President-elect Bill Clinton 17 November 1992 outside the governor’s mansion in Little Rock. (Photo by MIKE NELSON / AFP)

-Nathan Weber. La niña Fabienne Cherisma, de 14 años, muerta en Haití en el terremoto que asoló el país.  -Foto de portada/Alejandro Kasanietz, Ros Mullner   Autor: Lic. Rosana Alvarez Mullner