Neurosis obsesiva: entre inmovilidad y deseo

Precipicio
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Luchar con sombras 

“Luchar con la propia sombra hasta que la luz del sol la disipe”. Una alegoría que ilustra a la neurosis obsesiva más cabalmente que los estereotipos cimentados en rituales y manías a modo del film Mejor cerradurasimposible. En él, la representación de un sujeto malhumorado, abocado a su trabajo, preso de sí mismo y perseverante en su aislamiento impone una de sus figuras más difundidas. El lavarse repetidamente las manos o cerrar la puerta de su departamento con múltiples cerrojos son algunas de las acciones que el protagonista se siente obligado a seguir. Este hombre solitario resiste en un mundo equilibrado a su manera. No cabe duda que los hábitos de los obsesivos constituyan una especie de jaula de la cual resulta trabajoso salir, pero la cuestión relevante se juega en otro lugar. Miller argumenta que “no hay nada más difícil que poner a un obsesivo con su espalda contra la pared del deseo” haciendo foco precisamente en lo problemático que resulta para un psicoanalista que el sujeto-analizante no abandone esa posición laboral tan esperada, lazos sociales afanosamente construidos o el encuentro con un amor añorado. Es el modo que tiene el sujeto para sostener su deseo, el cual no vuelve jamás sobre sí mismo sino pasando otra vez por el punto de partida.

De “Cómo boicotear el deseo”

La persona con este tipo de manifestaciones es capaz de realizar acciones extraordinarias para boicotear su deseo, lo cual acontece en modo sumamente articulado. Para lograrlo consigue erigir construcciones de pensamientos y actos forzados detrás de los cuales cimenta proyectos de vida, ideas y propósitos, para después de haberlos construido, perder las llaves de esa puerta que lo conduciría hacia lo anhelado. Este mecanismo circular es característico de la sintomatología. Por ello se arma nuevamente de planes a realizar a fin de consentirse ese destino soñado que por algún nuevo acontecimiento, razón o duda, será procrastinado o resultará inviable. En consecuencia porta consigo una pesada carga de dolor por aquello que en modo metódico ha incumplido, anulado, Llavesabandonado o llegado demasiado tarde.   El sujeto obsesivo fluctúa en una oscilación continua entre el querer algo y luego alejarse. Si el otro se le escapa, quiere poseerlo, pero poseerlo lo hace enojar. Cuanto más teme, más tiene que poseerlo, pero cuanto más lo tiene, más se enoja. La vida le resulta sumamente complicada. Los trucos que logra implementar para poder acceder de algún modo a su deseo se relacionan con la distancia y lo clandestino. Tener una relación podría resultar viable “si salva las distancias” o posee el estatuto de lo clandestino hasta para él mismo, presentándose en forma degradada, como un artificio o como significante imaginario. Por esta razón, es un excluido de sus propias vivencias.

Detener el tiempo

El tiempo y el espacio son emociones organizadas que pueden definirse como estimulaciones vivenciadas del movimiento. La palabra emoción deriva del latín emotio, emotionis, término que además se funda en el verbo emovere, de movere (mover, trasladar) y e (de, desde). Por lo tanto hace referencia a “lo que motiva el movimiento”. La persona obsesiva experimenta una metamorfosis del tiempo y el espacio vividos. Existe una lucha imaginaria en pos de la detención, que es característico de este tipo de posición subjetiva. La imposibilidad de acción se manifiesta a través de una división sin fin del tiempo, a modo del mito de Zenón. Además, la persona tiende a comportarse como si todo estuviera inmóvil. La inmovilidad, el “es” perenne fija el tiempo en un “ahora” donde las operaciones o los rituales llevados a cabo por el individuo deben ejecutarse a la perfección y en un determinado momento, lo cual lleva a la repetición del acto, visto que habrá siempre  un resto, algo que no se ajusta a dicha perfección. El sujeto obsesivo persigue la inmutabilidad y la inmovilidad en el presente. No hay futuro ni pasado sino una condición estacional de detener el tiempopermanente inquietud. Los rituales o ceremoniales son cristalizaciones de esta segmentación temporal. Cuando la persona alcanza el agotamiento y llega a decir “no puedo más”, podría alcanzar un momento de alivio, pero el mecanismo está tendencialmente destinado a repetirse. La vivencia de aceleración se convierte en un carácter esencial del tiempo transcurrido en el mundo obsesivo. El tempus fugit corresponde a la contrapartida de su inmovilidad, por consiguiente todos los esfuerzos apuntan a su detención en modo imaginario. El hoy del presente se enlaza al después del futuro, anulándose a través de la acción obsesiva en modo totalmente negativo y culpable.

Para no concluir

En este tipo de posición subjetiva, la vida es reenviada continuamente a un mañana que nunca llega. La duda es un estado perpetuo que contribuye a la no definición, sostenida por un trabajo de pensamiento incesante e inerte que nunca obtiene un resultado definitivo. La persona obsesiva busca además un amo para esperar su muerte. Dicha espera le servirá de coartada para así Preguntascontinuar con esa forma de irresolución. El no actuar tiene sus límites y el paciente en análisis debe arribar a ello. El resultado de una acción, la realización de un proyecto, algo que lo emociona no está necesariamente ligado a un goce cruel o mortífero. Para estos sujetos cualquiera que intente persuadirlo de ello se convierte en un representante de la imagen materna, de la que se defienden. Con frecuencia es necesario un lapso de tiempo importante antes que lo imaginario emocional logre acceder a la palabra, a lo simbólico. En general desconfían de toda autoridad. Siguiendo a Miller, cuando se es siervo de los pensamientos hay que salir de la rumiación y del goce solitario para optar por otro cuerpo y lograr un buen encuentro.
  • Autor: Lic. Rosana Alvarez Mullner
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
  1. AAVV. (1994), Histeria y obsesión, Cuarto Encuentro Internacional del Campo Freudiano, Buenos Aires, Ediciones Manantial.
  2. Fachinelli, E. (1992), La freccia ferma, tre tentativi di annullare il tempo, Milano, Italia, Adelphi.
  3. Lachaud, D. (1998), El infierno del deber, el discurso del obsesivo, Barcelona, España, Colección Antígona, Ed. Del Serbal.