Dificultades y síntomas en la clínica psicoanalítica con niños

Ansia de separación
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El dispositivo analítico

El psicoanálisis con niños, sin constituir una especificidad, presenta ciertas particularidades que lo caracterizan. De hecho, para pensar una dirección de la cura posible resulta fundamental considerar un espacio de inclusión madre-hijo, visto que la gran mayoría de las veces no sabemos claramente quién es el paciente. En este sentido es de vital importancia para la continuación de la cura lograr alojar tal paradoja, con los fenómenos transferenciales que conlleva. Usualmente este tipo de trabajo es acompañado de una intervención psicoterapéutica sobre la pareja genitorial. El dispositivo analítico debe ser ante todo dúctil, adaptable a cada pequeño, teniendo en cuenta su peculiaridad y trama familiar. En el abordaje de los síntomas de la infancia existen diversas líneas de trabajo, principalmente, una de tipo terapéutico-reeducativa y otra psicoanalítica. En la primera orientación los educadores y maestros funcionan como sustitutos parentales. Esto puede resultar relevante en grupos familiares donde el funcionamiento se halla desregulado. De este modo el niño se identifica con imágenes alternativas a los miembros de la familia primaria. A través de la identificación se busca orientar al pequeño hacia un orden pulsional. El psicoanálisis en cambio no ofrece nuevas identificaciones sino que apunta a significantizar algo de la pulsión, siempre traumática. Es el encuentro del niño con lo humano del sexo. Esta realidad sexuada deberá ser asumida a través de los significantes que lo inscribirán como ser masculino o femenino, excediendo lo anatómico. En palabras de Freud: “La anatomía no es el destino”, de lo que se deduce la diferencia radical del tránsito por la sexualidad en cada ser humano, más allá de la biología. ¿Cómo se inicia un psicoanálisis con niños? Exactamente como el de los adultos salvo que los personajes de la novela familiar -madre, padre, hermanos, tíos- constituyen elementos de mayor problematicidad, no solo porque los genitores podrían ser aquellos que en realidad demanden un análisis sino porque son los que muchas veces dan por finalizada la cura en la ceguera de su propio síntoma.  

Separarse para constituirse

Los motivos de consulta suelen ser muy variados aunque existe una cuestión relativa a gran parte de los casos: el pequeño aparece como unificado a su madre, lo que trae aparejado distintas manifestaciones sintomáticas. Se trata de una dificultad muy habitual que puede alcanzar su máximo exponencial en la imposibilidad del niño de alejarse de ella tan aislarsesiquiera un instante, por constituir un soporte identificatorio sin el cual el niño “no es”. Es el caso de Lola, que debe permanecer junto a la madre ininterrumpidamente. Ante el menor atisbo de separación, la pequeña inicia a llorar en modo desconsolado. Debe inclusive, ducharse con ella en brazos. Es sabido que sobre todo en el primer período, el infante no se separa por completo de su madre y en algún modo continúa formando parte del cuerpo materno siendo ésta la que facilitará o no el proceso de separación e inscripción en el universo simbólico. Tal peculiaridad se debe a la prematuración característica del ser humano, es decir, a la total dependencia del Otro de la función materna para sobrevivir. Los padres deberán entonces ayudar en el proceso para lograr una separación paulatina que permita al niño constituirse como sujeto. La operación de separación puede resultar seriamente obstaculizada si la madre la asocia a un significante coincidente con una amenaza de desaparición, que posiblemente el niño encarne y sintomatice.  En ocasiones, si la dificultad se localiza en dicha operación de separación, puede constituir un problema que la madre lo vea ingresar gozoso o sin pena a la sesión, por lo cual el menor teatralizará para ella una supuesta desazón como recurso para lograr desagregarse.

Los síntomas: la angustia y el lugar de los niños

El infante, por encontrarse mayormente expuesto al deseo o al capricho del Otro, es más proclive a la angustia. Alojado en el fantasma materno, se hace portador inconsciente de una pregunta por la novela familiar que a veces se sintomatiza. Puede tratarse por ejemplo de un síntoma que angustia al otro, como ser la anorexia, cada vez más frecuente. Los trastornos psicosomáticos, más difíciles de circunscribir, a veces funcionan como verdaderos equivalentes depresivos. Otro motivo de consulta habitual es el asma como así también vómitos, encopresis, enuresis nocturna, entre otros. En estos casos, la resistencia familiar a considerar dicho malestar como un más allá de lo orgánico es lo habitual. Si ello ocurre es conveniente no iniciar un tratamiento hasta que los padres logren identificar en el síntoma del niño algo del orden de la repetición, por ejemplo: “Le sucede cada vez que nos ve discutir; cuando sale a la calle; en presencia de un animal, persona o situación; cuando está sin determinado juguete”. Las variables son muchas.

El cuerpo como síntoma en la dirección de la cura

La cimentación de la imagen del cuerpo en el pequeño humano adviene gracias a un proceso que excede la biología. En efecto, el crecimiento del cuerpo cuerpo de palabrasfísico podría no ser acompañado por la corporalidad consecuente a los registros simbólico e imaginario. Son muchas las manifestaciones sintomáticas en las que el niño se comporta como si aún no lo poseyera. Por ejemplo, a cierta edad, la falta de posición erecta, el gateo, no hablar, moverse poco, ignorar los objetos que lo rodean o no jugar son indicios de complicaciones que deben motivar una consulta. Posiblemente en los primeros encuentros con el psicoanalista, el niño se rehúse a permanecer solo con él. Si la situación lo requiere, el infante debe ser secundado siguiendo la lógica del caso por caso. La teoría se adapta a la situación con la que el profesional tropieza y no al revés.  Existen llaves o puentes que promueven el inicio de un intercambio entre el niño y el analista como ser un juego, el uso de materiales de diseño o en especial modo palabras llave. Éstas deben ser tomadas de sus representaciones o del resultado de un descubrimiento in situ del por qué de su malestar. Dichos elementos propiciarán un eje en las intervenciones.
En el consultorio se le ofrece al niño un lugar que se convertirá en algo más que un espacio físico, resultando decisivo en el trabajo clínico. En un primer tiempo el sujeto ‘es’ en el Otro, tiene su lugar, su sostén en el Otro. En los funcionamientos psicóticos o psicotizantes vemos que es el adulto el que se mantiene a expensas del niño (Rodulfo, 1986).
  La aparición de la alteridad; la privatización del niño a través de la activación del no discriminante, de un yo, no-yo; la sexualidad como promesa futura; el ordenamiento y la pacificación pulsional  son, entre otras cosas, indicadores positivos del andamiento de la cura.
  • Autor: Lic. Rosana Alvarez Mullner
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
  1. AAVV. (2006), Autismo e psicosi infantile, Clinica e Istituzione, Roma, ed. Borla.
  2. Di Ciaccia, A. (1997), El niño, la familia y el inconsciente, Terceras Conferencias Oscar Masotta, Barcelona, Ed. Eolia.
  3. Freud, S. (1992), La organización genital infantil (1923), vol. XIX, Obras Completas (p. 146), Argentina, Ed. Amorrortu.
  4. Rodulfo, M, Rodulfo, R. (1986), Clínica psicoanalítica en niños y adolescentes una introducción, Argentina, Lugar Editorial.