Profesores extraordinarios: pedirle peras al olmo

Profesores extraordinarios

“Basta un profesor, uno solo! para salvarnos de nosotros mismos” D. Pennac.

Texto formalizado para la Cátedra de Formación Docente de la Universidad de Palermo.

¿Es posible formar profesores de excelencia? ¿Resulta factible inculcar en los docentes la necesidad de desarrollar una pedagogía que exceda los límites de lo curricular? Hace pocas décadas estas preguntas junto a muchas otras adquirieron importancia en el ámbito académico. Los distintos testimonios que se sucedieron en materia escolástica enriquecieron paulatinamente las arcas colectivas de un saber que algunos ambicionaron ordenar y transmitir, a fin de lograr optimizar la práctica educativa.

Si nos remitimos a lo más general, el término “docente” es el participio presente del verbo latín  docěre “enseñar”, una antigua formación causativa que significa literalmente “hacer que alguien aprenda”. La relación incuestionable entre enseñanza y aprendizaje ha motivado la búsqueda de modalidades formativas capaces de lograr que los estudiantes alcancen niveles de aprendizaje significativos, profundos y transformadores. 

El autor y docente Ken Bain se propuso investigar los métodos de profesores capaces de suscitar experiencias de aprendizaje altamente efectivas en los estudiantes. En su búsqueda estableció pautas que permitieron instituir una serie de premisas al respecto. Observó que:

Los mejores profesores creen que la mayoría de los estudiantes pueden aprender y buscan formas que ayuden a todos a conseguirlo. Se preguntan cómo animar a los estudiantes a pensar en voz alta y cómo crear una atmósfera no amenazadora en la que puedan hacerlo. Buscan maneras de dar a los estudiantes la oportunidad de pelearse con sus pensamientos sin tener que enfrentarse a que sus esfuerzos sean calificados (Bain, 2007, p.39).

Estos “profesores extraordinarios” ofrecen a sus alumnos una ventana al mundo a través de clases bien preparadas además de la implementación de técnicas útiles a descubrir su propia creatividad. Asimismo los exámenes son parte de una experiencia de aprendizaje que implica comprensión y razonamiento crítico a fin de incitar en el alumno el deseo de seguir aprendiendo. Para que ello ocurra estos profesores reconocen en el aprendizaje humano un proceso complejo, donde entender es más importante que recordar. Testimonio de ello son los estudiantes que utilizan el material ofrecido en clase de forma extensiva, razonando sobre conceptos e información en modo creativo e integrado.

Con respecto al enfoque educativo de estos docentes, se observa un discernimiento extremadamente amplio del propio campo. Son generalmente investigadores, artistas o científicos en actividad. Conocen en profundidad la historia de su materia, lo que les permite reflexionar sobre ella con agudeza. Distinguen las ideas fundamentales de las accesorias, discriminando aquellas donde los estudiantes podrían hallar dificultades. Cuentan habitualmente con publicaciones en su haber. Se actualizan de manera asidua sobre los desarrollos intelectuales correspondientes a su ámbito de estudio y logran trasladar con éxito lo nuevo a sus asignaturas a través de la creación de técnicas de estudio que facilitan el conocimiento profundo de conceptos esenciales. Las clases son elaboradas en modo exigente, valoradas a la par de sus investigaciones académicas. La capacidad de pensar metacognitivamente (analizar su propio razonamiento) es sustancial en la docencia de excelencia. La exigencia hacia sí mismos y el fuerte compromiso con el mundo académico es trasladada al alumnado, del que esperan un alto rendimiento. Para ello, los enfrentan con “problemas importantes, atractivos o intrigantes, a tareas auténticas que constituyan un desafío a la hora de tratar ideas nuevas, recapacitar sus supuestos y examinar sus modelos mentales de la realidad” (p.14). De este modo, los alumnos controlan su educación. La actitud del docente es de confianza hacia sus capacidades de aprendizaje, convencidos de que “cada uno tiene que encontrar su propia genialidad”.

El modelo mental y la motivación intrínseca

Las premisas sobre la condición de aprendizaje del ser humano deben ser conocidas por el docente en el momento de elaborar programas efectivos. Los estudios de Bain presumen que el almacenamiento, procesamiento y construcción de significados son parte de un “modelo mental” existente en cada uno, cimentado a lo largo del tiempo, con variaciones de sujeto a sujeto. El progreso intelectual de los estudiantes depende de la capacidad de construir nuevos modelos mentales aptos para el procesamiento de la realidad y la incorporación de lo nuevo. Tal proceso genera resistencias. De ahí que los profesores extraordinarios elaboren métodos para sortearlas. Específicamente, en el “fracaso de la expectativa”, el estudiante que pretende alcanzar premisas ideales habitualmente obtiene como resultado errores de cálculo. Otra modalidad fundamental es estimular en el alumno la formulación de preguntas interesantes para sí mismo, por estar implicado en ellas. Este tipo de motivación es intrínseca al sujeto y contraria a la motivación externa como lo son además el resultado positivo de un examen, una buena nota o el éxito en una competición. Los incentivos extrínsecos no producen modificaciones de los modelos mentales preexistentes o resultados perdurables en el tiempo. En cambio las motivaciones intrínsecas despiertan en el sujeto el interés por relacionar lo nuevo a lo asimilado precedentemente, reconociendo la utilidad de los contenidos a incorporar. Asimismo el uso del enigma y su develamiento en el proceso de aprendizaje es también una técnica efectiva. Resulta de vital importancia que el alumno sea responsable de su propia educación. Al respecto se distinguen diversos tipos de estudiante, donde “los sabedores de lo aceptado” son el contrapunto de los “sabedores del procedimiento” que hacen de la independencia, la criticidad y la creatividad en el aprendizaje, su bandera.

La clase

Pensar la clase o lo que se enseña como un asunto erudito y de gran importancia en el más profundo respeto por el alumno, es práctica común de los profesores extraordinarios. Se observa, por ejemplo, en el maestro del film La lengua de las mariposas una transformación  de situaciones cotidianas en actos intelectuales de relevancia. La emoción incluida en el proceso de aprendizaje hace el resto. Don Gregorio se mostraba interesado y comprometido con las preguntas de Monchito y su deseo de saber. Las respuestas del maestro ayudaban al niño a contrastar lo aprendido en el núcleo familiar. Para Pennac, este punto es fundamental. Asimismo, la planificación de la clase de los profesores de excelencia es abordada desde los resultados que desean obtener, es decir, empiezan por el final. Además, se interpelan sobre las capacidades a desarrollar con su materia y cómo lograr su perdurabilidad en el tiempo, individuando las ideas preconcebidas de los estudiantes y el modo de injerir sobre ellas, junto con la obtención de la información necesaria para lograrlo. Tendrán en cuenta también la posible presencia de conflictos emocionales que provoque una cierta temática, como así también las interferencias de las creencias en detrimento de la obtención de conclusiones científicas. Se deducen de ello métodos para lograrlo, como por ejemplo, indagar en los estudiantes sus preferencias sobre la materia, la invitación a aportar preguntas cada día a fin de construir una conversación en clase; ayudarlos a calificar su propio trabajo para obtener una visión crítica de lo aprendido (p.39).

Según lecturas psicoanalíticas sobre el acto de aprendizaje, los estudiantes, alienándose a los significantes ofrecidos por el maestro logran separarse de aquellos del grupo social primario, en una función socializadora y al mismo tiempo libertaria, de importancia capital. Pennac da testimonio de ello:

En su materia, nacía yo para mí mismo. Un yo historiador, un yo filosofo que me ponía entre paréntesis, me libraba del yo que, hasta el encuentro con esos maestros, me había impedido sentirme realmente allí.

En conclusión y por esta razón, podemos decir que los profesores considerados extraordinarios comparten con sus alumnos no solo el saber sino su deseo de saber, siendo esto último la plataforma fundamental para crear el acontecimiento.

  • Autor: Lic. Rosana Alvarez Mullner

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  1. Bain, K. (2007), Lo que hacen los mejores profesores universitarios, España, Universitat de València.
  2. Pennac, D, (2002), Mal de escuela, Barcelona, El Acantilado.