La isla desierta – Teatro hecho por ciegos – Qué ves cuando no ves?

Teatro hecho por ciegos

A oscuras

    La ausencia total de luz es el leitmotiv de esta propuesta teatral. En su dinámica, los espectadores son invitados a ingresar en una zona completamente a oscuras donde se desarrollará la obra. Durante la espera, lo característico de la puesta en escena induce a incógnitas, como ser la dificultad a imaginar una actuación sin lograr ver la gestualidad de los personajes o el temor a que la invariabilidad del negro acabe en aburrimiento. Pero La Isla desierta lleva ya numerosas temporadas en cartelera. Los responsables de la obra son los miembros del grupo teatral Ojcuro integrado por actores videntes y no videntes. Este colectivo comienza sus presentaciones a principios del año 2000, cuando el santafesino Gerardo Bentatti junto con José Menchaca convoca al Grupo del teatro leído de la Biblioteca Argentina para Ciegos con el fin de compartir esta nueva idea.

La obra de Arlt

    La obra elegida fue La isla desierta, tercera de las burlerías de Roberto Arlt y su cuarto trabajo. Esta pieza teatral de un solo acto fue adaptada para ser interpretada “a oscuras”. A medida que avanza la narrativa, aromas, sonidos y sensaciones llevan al espectador a conformar nuevos modos de abordaje de la trama. La acción transcurre en una oficina portuaria donde los dependientes, oprimidos por la labor rutinaria que desempeñan hace años, comienzan a soñar un futuro viaje a una isla desierta donde creen que podrán liberarse de las penurias sufridas, producto de la monotonía. El cadete es el referente que guía a los oficinistas en este viaje imaginario, mulato en la obra original, un cordobés en la adaptación. El personaje rememora lugares extraordinarios asegurando que la vida isleña es la antítesis de esa cotidianidad aplastante. La narración va apoderándose de los empleados hasta lograr que olviden el lugar donde se encuentran. La aparición repentina del jefe los devuelve a una realidad invariable y apagada. De consecuencia, la humorada inicial de la burlería entra en tensión con la tragedia íntima de los personajes para develar un destino desdichado. El fil rouge del guión es «la vida puerca» del pobre oficinista rutinario que no vive realmente y quiere creer que vive.

La puesta en escena de un engaño

    El género dramático teatral tradicional utiliza un esquema de representación en el cual el escenario y la escenografía resultan elementos indispensables para la transmisión de ideas y emociones, como así también los matices gestuales del actor. En la propuesta de La isla desierta todos los sentidos salvo la vista inducen al público a ser parte de la trama a través de la utilización por parte de los actores de diferentes recursos que estimulan los sentidos y acompañan el relato. Un engaño que devela una verdad transmitida solo por la palabra. En alusión a ello, Lacan señala:
La palabra puede ser engañadora. Ahora bien, el signo por sí sólo no puede presentarse y sostenerse más que en la dimensión de la verdad. Porque es engañadora, la palabra se afirma como verdadera. Esto, para quien escucha. Para quien hablael engaño mismo exige primero el apoyo de la verdad que se quiere disimular y a medida que se desarrolla, supone una verdadera profundización de la verdad a la cual, si puedo decirlo así, él responde (…). La mentira realiza, al desarrollarse, la constitución de la verdad (Lacan, 1995)[1].
  En efecto, la acción se establece en un juego conceptual donde tener y no tener luz, ver y no ver más allá de la vista dan forma a un engaño discursivo y sensorial que devela otra cuestión: tener o no tener vida. durante el brevísimo tiempo del relato del cadete, los personajes de la obra experimentan la ilusión de una existencia feliz.

Lenguaje y verdad

Para el psicoanálisis, es el lenguaje y no los sentidos el elemento mediador con la realidad. Desde otro ángulo Nietzsche afirma que “los sentidos en general no mienten. Lo que nosotros hacemos con su testimonio es lo que pone en ellos la mentira. La razón es la causa por la cual nosotros falsificamos el testimonio de los sentidos” (Nietzsche, 1975, p. 34).  Este es uno de los motivos por los que la obra resulta sugestiva respecto a la construcción del engaño. A través de los diferentes niveles de elaboración del relato la trama toma consistencia. La oscuridad permite la exacerbación de la fantasía. Los sentidos son convocados gracias a la utilización de distintos materiales, necesarios para reforzar una ficción que introduce en el discurso la novela privada de los personajes y pone en juego también la del espectador. Los oficinistas nunca realizaron lo que verdaderamente desearon y por ello el momento de ensoñación es en realidad, la única centella de verdad. La dimensión de lo que encadena al hombre se encuentra enteramente del lado de la ficción [2] y la estructura de la trama se encarga de revelarlo. Pareciera ser, sobre todo en esta obra, que la verdad es alcanzada a través de la puesta en escena de una ficción. El sinsentido de la existencia humana es un tema recurrente en la pluma de Arlt, quien pensaba que el verdadero engaño es consagrar la propia vida a cosas inútiles, coyuntura che lleva aun mas a la fabricación de aquello que es del orden de la impostura.

El espacio real y el otro

La obra introduce asimismo el tema de la demarcación del espacio. Se consideran según Lacan dos modalidades diferentes: Geometral y visual.
En el dominio del espacio que he llamado de lo geometral, parece en principio que es la luz la que nos da valga la expresión, el hilo. Ahora bien la luz se propaga como se dice, en línea recta, y eso es seguro. Parece ser pues, que ella es la que nos da el hilo. Sin embargo piensen que ese hilo no necesita la luz, sólo necesita ser un hilo tenso (Lacan, 2000) [3].
  Un ciego consigue a través del tacto o los demás sentidos, seguir una especie de hilo conductor para acceder a otro tipo de espacio, el real. En la perspectiva geometral se trata sólo de la señalización del espacio, no de lo visivo. De este modo el público que participa en la obra se convierte también en una especie de punto geometral o de perspectiva. Por otra parte «lo visible puede resultar engañoso» (Lacan, 1961-62) [4]. En la mitología griega esta concepción se personifica en Tiresias, transformado en vidente solo después de quedarse ciego. Lacan señala que «lo relacionado con la falta no es aprehensible en la imagen» (2006) [5]. Entonces ¿cómo intentar capturar lo que se escapa en la estructuración óptica del espacio? La relación entre la apariencia y el ser es algo que ocupó frecuentemente el pensamiento de aquellos filósofos que razonaban sobre el modo de sortear el engaño de la percepción. Efectivamente, en tiempos de Pitágoras sus discípulos se colocaban detrás de un cortinado para no ser distraídos por la imagen y así alcanzar otro saber, que era considerado real. La puesta en escena de La isla desierta parece seguir esta pauta y propone un espacio acusmático donde se escucha sin ver.

El despertar del deseo  

En la narrativa se reconocen cuatro espacios: la oficina, el ventanal, el subsuelo y la isla, que son definidos cuidadosamente a través de los hilos de la palabraSu delineado en ausencia de luz es posible gracias al universo simbólico. “La Oficina rectangular blanquísima y el ventanal caldeado por un cielo azul” son los elementos que contrastan con la anterior situación, la del trabajo en el subsuelo donde según los personajes, no se equivocaban nunca y “estaban tan tranquilos como en una tumba”. Por último, la isla es ese “otro lugar”. En la obra la oscuridad del subsuelo permite a los oficinistas llevar a cabo una labor marcada por la rutina. Con el cambio de recinto y la posibilidad de ver hacia el exterior, no logran concentrarse. Manuel, el personaje más perturbado por ello, dice haber trabajado sin cuestionarse durante 40 años. No ver la vida le ayudó a olvidarla. No obstante, el discurso de los empleados que surge en relación a la mirada se conecta directamente al deseo. Los buques entrando y saliendo del puerto constituyen un cuadro que no cesa de observar a los oficinistas directamente al gris de sus vidas. Ese deseo se hace presente en forma brutal, provisto de un brillo que incomoda. Manuel, en vez de la vida de aventuras que hubiera querido vivir, elije subsistir en pos de la tranquilidad. En la duplicidad de la posición subjetiva, desde donde uno se ve no es desde donde se mira (Lacan, 2008) [6]. Se descubren entonces esas razones de la historia del sujeto que no fueron integradas y resisten en algún otro lugar. En este caso el engaño  ofrece la posibilidad de acceder a la propia verdad a través de ese poco de realidad que es toda la sustancia del fantasma (Lacan, 1961-62) [7].
  • Autor: Lic. Rosana Alvarez Mullner
REFERENCIAS [1] Lacan, J., Los escritos técnicos de Freud, Seminario I, clase 21, La verdad surge de la equivocación, Argentina, Paidós. [2] Lacan, J., Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Seminario XI clase 1, La anamorfosis, Argentina, Paidós. [3] Lacan, J., Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Seminario XI clase 7, La anamorfosis, Argentina, Paidós. [4] Lacan, J., Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Seminario XI, Argentina, Paidós. [5] Lacan, J., La angustia, Seminario X, Argentina, Paidós. [6] Lacan, J., Problemas cruciales del psicoanálisis, Seminario XII, clase 4, Argentina, Paidós. [7] Lacan, J.,  La identificación, Seminario IX, clase 14, inédito.   REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
  1. Arlt, R., La isla desierta, burlería en un acto, Librodot. http://bibliotecas.unileon.es/tULEctura/files/2017/07/la-isla-desierta.pdf
  2. Lacan, J. (1995), Los escritos técnicos de Freud, Seminario Libro I (1953-54), Buenos Aires, ed. Paidós.
  3. Lacan, J. La identificación (1961-62), Seminario Libro IX. Inédito.
  4. Lacan, J. (2006), La angustia, Seminario Libro X (1962-63), Buenos Aires, ed. Paidós.
  5. Lacan, J. (1995), Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Seminario Libro XI (1963-64), Buenos Aires, ed. Paidós. 
  6. Lacan, J. (2008), Problemas cruciales para el psicoanálisis, Seminario Libro XII (1964-65), Buenos Aires, ed. Paidós.
  7. Lacan, J. El objeto del psicoanálisis (1965-66), Seminario Libro XIII, inédito.
  8. Mallinger, J. (1999), Pitagora e i misteri, Roma, Italia, Atanòr.
  9. Nietzsche, F. (1975), El ocaso de los ídolos, Barcelona, España, Cuadernos ínfimos 27, serie Los Heterodoxos.