Clínica de la ANOREXIA – Caso: La luna en el pozo

Clinica de la anorexia
Email: consultas@psicoanalisisadiario.com Nota: Los datos sensibles fueron alterados a fin de preservar el anonimato del sujeto. 

María no come

El inicio del análisis de María fue precedido por la llamada al consultorio de su hermana Paula, quien dice estar angustiada porque María continúa sin comer a pesar de concurrir a un Centro de Trastornos Alimentarios hace seis meses. En consecuencia, decide buscar por su cuenta otra opción. En el Centro antes mencionado, el psicoterapeuta ofrece a María libros sobre la anorexia, esperando que “lea, entienda y pida ayuda”. Mientras tanto la frecuencia de las sesiones es de una vez al mes. Igualmente Paula justifica en parte este proceder debido al trabajo de María, que la obliga a viajar. Balanza anorexiaSeguidamente solicita información sobre nuestra modalidad terapéutica. Respondo que si María decide comenzar un análisis conmigo, las sesiones tendrán una cadencia mínima semanal, es condición ineludible la visita periódica al nutricionista del Equipe y ella misma debe concertar un encuentro. Al día siguiente recibo su llamado. En la primera entrevista María relata un sueño donde están ella y Paula. Explica que son muy unidas y hacen siempre todo juntas. Al final de una larga conversación se interesa por el precio que debe pagar. Respondo: “Nada, era solo información”. Sorprendida, consulta los pasos a seguir en caso desee continuar. Indico que debe interrumpir el tratamiento en el otro Centro y repito las condiciones ya transmitidas a su hermana. Ante la duda sobre concertar otra cita inmediatamente o esperar, le propongo llamar cuando haya decidido y la saludo.       En los encuentros sucesivos María -34 años, 35 kilos, 1,65 mts- reconoce que anteriormente negaba padecer un problema. Por el contrario, el control ejercido sobre la alimentación era parte de un funcionamiento destinado a la felicidad futura: “Pensaba que se alcanzaba después de lograr un objetivo determinado”. Inclusive el deseo de tener un hijo se relaciona al peso, su control y el juicio de los otros. En relación a ello, cuenta al psicoterapeuta precedente que un embarazo “justificaría” algún kilo de más, esperando de él una valoración negativa. Ante su silencio, concluye: “Él no es para mí”. El desafío de otorgar un espacio al sujeto del inconsciente a través de una comunicación inicial decidida sobre un funcionamiento posible del dispositivo analítico, consigue una respuesta positiva. María concurre al consultorio regularmente hace poco más de un año. Sin embargo, unos meses después de iniciada la cura, Paula solicita organizar charlas informativas periódicas que la incluyan, a lo que respondo: “es María quien debe continuar”.

Prescindir de la imposibilidad

María es responsable de la formación de la red comercial en una multinacional de cosméticos. La filosofía de la empresa a la que adhiere enteramente es “ganar más, trabajando más”. Explica que su ser se construyó alrededor del trabajo: “Mi identidad viene de allí». De hecho recibe continuos reconocimientos por sus excelentes resultados, aunque continuamente es invadida por el temor a desconcentrarse en sus labores debido a un posible aumento de peso. Por ello, la delgadez se convirtió en sinónimo de eficiencia y nunca era lo suficientemente eficiente. Se define a sí misma como una «pospone placeres». Explica que intenta construir para disfrutar más tarde y hace las cosas «cueste lo que cueste!». El empeño de María fue recompensado hace ocho años con una promoción por la cual debió mudarse a la ciudad de C., faltando pocos días  para su matrimonio. Transcurrido ese primer año, igualmente pasaba la mayor parte del tiempo fuera de su casa y lejos de su marido.Tenedor con formas La lógica del control también encuentra su versión en la madre de María. Heredera de la segunda guerra Mundial, decía que podía pasar todo el día comiendo solo una manzana: “¡Se necesita así de poco!”. Para ella no existen imposibles. En efecto, la madre volvió a usar su ropa habitual inmediatamente después del parto: “Mamá pesa siempre lo mismo, muestra sus fotos todo el tiempo”. La describe como una mujer profesional e independiente pero con la cabeza en otra parte: “Se detuvo en el estereotipo de lo que significa ser una madre. Me llevaba al dentista, a la escuela y demás, pero no estaba ahí. Juzga a las personas por cómo lucen, si son delgadas o no.” Recuerda su mirada crítica cuando la veía. El padre, severo y poco afectuoso, pasaba la mayor parte del tiempo con su familia de origen. El amor hacia María estaba condicionado por sus logros, de hecho, le decía que la querría si llegaba a ser alguien en la vida: “solo así!”. “Con mis padres la constante era expectativa – decepción”.

El síntoma a medida

Una atmósfera “pesada” acompañó la infancia y adolescencia de María. Entre otras cosas, la madre consideraba que las actividades extra curriculares la cansasen y los amigos la distrajesen de las tareas escolares, motivo por el cual fueron cancelados. Cada vez más sola, lloraba siempre. Por otra parte la situación en la escuela le generaba una profunda desazón. A los trece años se sintió abrumada por el llamado de atención de la maestra cuando dijo a ella y a la amiga: “ya no son pequeñas!” frente al intento fallido por sentarse en el mismo banco. La frase es percibida como una sentencia y provocó un llanto desconsolado. A partir de ese momento no comió. Se recuperó poco después con la vigilancia de los padres. De adolescente finalmente vive lo que identifica como un momento feliz: “Me sentí ligera”. Todos la veían hermosa; conoce a su primer novio: «Tal vez quise hacer de ese momento algo aún mejor, detener el tiempo y comencé a no comer. No es cuidarse estéticamente sino alcanzar la perfección». Concuerdo diciendo que, efectivamente, son cuestiones muy diferentes. Se abre un segundo tiempo en la cura.

Un saber sobre el goce y la imagen femenina

Un recuerdo infantil sobre el cuerpo femenino y un saber en relación a éste lo coloca al centro de la escena, abriendo a nuevas significaciones. A los seis años María padecía dolores de cabeza constantes y vomitaba con frecuencia. Sitúa el comienzo de su malestar cuando la compañera de banco, D., le ofrece un helado: “Ella sabía cosas que yo no sabía”. De hecho, D. se masturbaba en clase. A todo esto la maestra no tomaba medidas serias para poner fin a dicho comportamiento. María comenzó a imitarla y continuó, era su pequeño mito. En su casa jugaba con la hermana a “llamarse D.” Cree haya sido la razón por la cual tuvo relaciones sexuales tardíamente: “Era como si me bastase”. Asimismo dice observar mucho a las mujeres, aunque cree no tener la tendencia. “Son modelos”. Estos Centimetro - anorexiamodelos, se suceden uno tras otro a lo largo de su vida, influenciando cada decisión. Por ejemplo la elección de la carrera de arquitectura se debió a su vecina, aunque se sintió decepcionada porque ésta no le hizo de guía: “Ella era solo apariencia”. De igual forma recuerda a otra vecina afecta de anorexia: “En mi mente fue siempre un ejemplo”. María habla de un saber más que la fija al síntoma. Escuchó decir que si una hija se cura de anorexia, luego enferma la madre. Interrumpo la sesión. En un encuentro sucesivo recuerda el sueño de la primera entrevista en donde la anoréxica era la hermana. Interrumpo. María dice: “Creo que debería venir más seguido”. Se suceden cambios en las relaciones laborales y familiares: “Ahora puedo distanciarme de las cosas, mirarme desde afuera, decir que no”. Surgen una serie de sueños y reflexiones sobre la maternidad: “Respecto a ser madre, me engañaba. Tengo el deseo pero lo sofoco, no me siento libre de desear, me dejo condicionar por todo”. También sobre la maternidad busca un modelo a imitar y considera no poseer ninguno, relacionándolo a lo que siempre le faltó: “Mi madre se esforzaba muchísimo pero yo no veía más que alimento en el plato, no amor. A través de la comida, nutría la imagen que ella tenía de mí”.

Otra medida

María, rigurosa observadora de la medida y el equilibrio, se molesta porque las respuestas de los demás nunca son lo que ella espera. No obtiene el reconocimiento que cree merecer por sus esfuerzos para comer y seguir hábitos más saludables, aunque tampoco comprende por qué su marido la ame, si tantas veces no hace lo suficiente. Intervengo: «No existe una justa medida» e interrumpo la sesión. Ulteriormente dice haberse sorprendido por la observación y pide aumentar la frecuencia de las sesiones a dos veces por la semana. Solicita orientar el análisis hacia sus dificultades en las relaciones sociales: «No sé si decir que mi problema es la anorexia o el resto del mundo. Aparentemente hago lo que otros quieren asegurándome ser amada cueste lo que cueste. Ahora es como si me hubieran autorizado a detenerme”.

Dos relatos

La ausencia momentánea del marido la lleva a pensar que es alguien en quien confía, aunque “antes no lo veía”. María reconoce detrás de sus objetivos comerciales el deseo de hacer algo importante a ojos de los otros, pero nunca quedaba satisfecha: “corría detrás de modelos de mujeres realizadas”. A continuación, el tema de la confianza en el otro se revela central y recuerda dos relatos que le contaba su madre antes de dormir o cuando no comía: la Luna reflejada en un pozohistoria de un granjero y su burro y el cuento de la luna en el pozo. El primero trata de un granjero que alimentaba siempre menos al burro porque veía que soportaba igualmente el trabajo. Justo cuando le había enseñado a no comer, muere. “Ahora veo que yo era un poco como ese burro”. La segunda historia habla de dos personas cercanas a un pozo. Una le dice a la otra: ¡mira hacia abajo!, e indica el reflejo de la luna; hay un queso grandísimo en el fondo, tírate y tómalo! Concluye que una le mostró a la otra una imagen y ésta la vio como verdadera. “Yo solía buscar el queso en el reflejo de la luna y actuaba como el burro”. Dice haber buscado siempre a su madre, incluso cuando estaba presente: “es imposible de aferrar”. En este momento de la cura, María pesa casi cincuenta kilos y sostiene su deseo de ser madre.

La política del síntoma. Entre goce y mensaje

La estrategia de Freud fue servirse del síntoma para saber acerca de la verdad. En épocas victorianas, la neurosis fue una respuesta a la represión vivida por la sociedad, pero articulada al deseo de saber. Actualmente no todos los sujetos que piden un alivio a su malestar son tomados por la pregunta sobre el significado de su propio sufrimiento, es decir, de la política allí implicada. Por ello la práctica del psicoanálisis debe ser repensada. La mirada lacaniana del síntoma reúne goce y mensaje, aquello que del Otro se estructura como verdad y lo que se escapa. Estar del lado del inconsciente es aceptar lo que del síntoma permanece por fuera pero bajo transferencia, restableciendo y alojando la subjetividad del paciente. El caso expuesto propone repensar el problema de las psicoterapias que ofrecen a los pacientes una transferencia sin inconsciente y un saber diferente del analítico, dejando de lado goce y responsabilidad subjetiva. Por otra parte, en los síntomas actuales, no es suficiente definir la posición del analista desde el semblante de objeto a, permaneciendo en silencio frente a las preguntas del paciente. No se trata tampoco de mostrarse dividido y sin recursos frente a posibles interrogantes. La ética del analista se relaciona con un decir que inquieta, incomoda o sorprende, lo justo y necesario para evitar el rechazo o la indiferencia. A la hora de abordar la clínica de la femineidad resultó útil para el caso volver a examinar la pregunta desde un rasgo que define nuestra era: la sustitución del Discurso del Amo por el falso Discurso capitalista, lo que implica el rechazo de la castración. De hecho María parecía incapaz de utilizar el síntoma histérico para estructurar su posición debido a la caída del Nombre del Padre. Por otro lado la necesaria falicización del cuerpo en el campo de la sexualidad femenina, en su caso, se vio degradada a los recursos de la identificación imaginaria o a la imagen pura, en un impasse del registro simbólico. El trabajo analítico permitió a la analizante tomar distancia de un decir mortífero y dar cuenta de la propia subjetividad a partir de la diferencia.
  • Autor: Lic. Rosana Alvarez Mullner
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
  1. AAVV. (2003), Anorexia y bulimia; Síntomas actuales de lo femenino,  Buenos Aires, Argentina, Serie del Bucle.
  2. Cosenza, D. (2008), Il muro dell’anoressia, Roma, Italia, Astrolabio.
  3. Le Clerc, F; Recalcati, M. (2007), I casi gravi, clinica dell’anoressia – bulimia, Milàn, Italia, FrancoAngeli.