La palabra “grabar” hace referencia al trazo dejado en la materia y alude a las marcas, letras o signos realizados con una pieza incisiva. El grabado como disciplina artística recurre a diferentes técnicas de impresión que tienen en común el diseño de una imagen sobre una superficie rígida o matriz. De este modo la huella trazada albergará ulteriormente la tinta que será trasladada por presión a otra superficie como el papel o la tela. Actualmente el arte del grabado, además de ser la técnica de “lo que deja impronta”, incorpora nuevas prácticas a sus manifestaciones gráficas. Efectivamente, estas huellas reciben intervenciones plásticas posteriores que permiten un acercamiento inédito que se localiza entre lo estático y lo mutable. Una lectura gráfica que parece acompañar teorizaciones psicoanalíticas sobre la identificación y la identidad.
Eva Farji es la artista y curadora de la muestra itinerante Espejos y reflejos expuesta en el Museo Quinquela Martín de Buenos Aires. La exposición reúne a diferentes artistas del grabado orientados por una misma premisa: expresar a través de sus disquisiciones gráficas aquello que gira entorno a la identidad y a la conformación de la subjetividad, a su continuo devenir entre la autorreferencialidad y la mirada del Otro, entre lo inmutable y lo que cambia.
El grabado como planteo visual renovado permite pensar la deconstrucción identitaria tradicional apelando a la memoria y a la marca, pero también a los laberintos de una vida en movimiento. De hecho las distintas técnicas con las cuales los artistas componen el grabado invitan a una reflexión sobre la identidad, anteriormente considerada de carácter fijo e inalterable, ahora parte integrante de un contexto social perennemente cambiante que acompaña las metamorfosis del sujeto.
La curadora estableció cuatro núcleos temáticos que respetan las estrategias discursivas propuestas por los artistas: Otros retratos; El recuerdo y lo autobiográfico; La máscara y el rostro vacío; exlibris. Cada uno relacionado a modos de representar el sujeto individual y la identidad colectiva o sus nombres. Enlaces que permitieron algunas reflexiones desarrolladas a continuación.
El problema de la identidad. Una primera lectura
En el pasado, el sujeto lograba acceder a la propia identidad a través de un acoplamiento de su ser a las doctrinas profesadas por el grupo de pertenencia o por adecuación a principios transmitidos de generación en generación de modo incuestionable. Incluso pocos decenios atrás, la identidad no ocupaba el centro de las meditaciones filosóficas. Para Heidegger, colocamos las cosas debajo de la lente de la contemplación cuando éstas se desvanecen, se arruinan, comienzan a comportarse en modo extraño o desilusionan de algún modo. Es decir, el individuo se interroga sobre su identidad en consonancia a la creciente inconsistencia del aparato simbólico que la sostiene, cuando las ideas del grupo de pertenencia dejan de ser axiomáticas e identificatorias del sujeto en su totalidad.
Para Bauman, en los tiempos de la modernidad líquida, “la identidad es un racimo de problemas más que una cuestión única” (2010, p. 7). Actualmente la emancipación y el libre albedrío ostentados en occidente traen aparejados dilemas y preocupaciones respecto de las infinitas posibilidades que la sociedad parece ofrecer al sujeto, tendientes a hacer de la identidad “una cuestión de graves y encendidas controversias” (Ibidem, p. 5). Por consiguiente pareciera una cualidad que debe ser inventada más que explorada, el resultado de un esfuerzo, algo por seleccionar entre una serie de ofertas alternativas. En todo caso la perenne provisoriedad de la identidad dejó de ser un estado humano recóndito. La fragilidad del sujeto encuentra en lo inmanente del devenir, su causa. Igualmente, los diferentes fragmentos de las experiencias vividas se hallan atravesados en cada sujeto por un fil rouge inconsciente que se descubre en sus repeticiones, en las elecciones que articulan una marca, un signo, un significante.
Sociología de la identidad
¿Se puede ser diferente de lo que se es? ¿Existe posibilidad de elección o el sujeto permanece indefectiblemente ligado a un destino que se develará sin que nada logre evitarlo?
Una de las conceptualizaciones del término identidad la define como la brecha entre aquello que es y lo que debería ser. Es decir que podrá incorporarse en el Lebenswelt[1], en el mundo de la vida, únicamente como algo no cumplido, una tarea a realizar. Se puede interpretar como un llamado perpetrado al propio sujeto. Desde el punto de vista pragmático, el Lebenswelt (Husserl, 2016) está conformado principalmente por reglas del lenguaje y por determinados enunciados avalados socialmente a través de los cuales adviene la comunicación. En el ensayo de George Simmel llamado Formas de vida en las metrópolis, la identidad es la expresión de instituciones como la familia, el Estado y la Iglesia que constituyen según el sociólogo alemán, losa priori de la vida social. Las afiliaciones sociales más o menos heredadas, originalmente atribuidas a los individuos como definición de identidad -raza, país, género, lugar de nacimiento, clase social- se volvieron menos importantes, diluidas o alteradas en los países tecnológica y económicamente más avanzados. Al mismo tiempo, se asiste a un fuerte deseo y a tentativas de “encontrar o fundar nuevos grupos que puedan ofrecer a sus miembros un sentido de pertenencia que facilite la fabricación de una identidad” (Bauman, 2010, p. 25). En otras palabras, aquellos principios que fueron considerados el Lebenswelt de la identidad resultaron corrompidos por la moderna sociedad de masa. La disolución de los órdenes constituidos encuentra su contracara en una búsqueda decidida del ser identitario, que ocupa la temática de no pocos artistas.
Certificar quién soy
La avidez de identidad se relaciona con el deseo del sujeto de ser reconocido y con la consistencia imaginaria que de ello deriva. Anteriormente las instituciones competentes del Estado tenían la última palabra sobre quién era el sujeto o aspirase a ser. Una identidad no certificada constituía un fraude y aquel que la ostentaba, un simulador. Actualmente, los individuos privados de marcos de referencia tradicionales, tratan de encontrar en los grupos mediados electrónicamente totalidades virtuales donde poder aglutinarse gracias a una serie de rasgos en los cuales se reconocen. De hecho nuestra modernidad se caracteriza por forjar un modelo de individuo libre de fluctuar sin mayores obstáculos. Lo fijo e inflexible se vuelve cada vez más impopular. El sujeto desconoce los criterios necesarios para una vida en comunión con el otro orientada por el encuentro. Nuestra sociedad está marcada por un individualismo exacerbado de las relaciones humanas donde el sujeto demanda la presencia del prójimo sólo para ser legitimado, lo que sucede únicamente en lo imaginario. Una y otra vez no encuentra aquello que confirme su ser o lo hace en modo efímero. Las comunidades que de algún modo procuran al sujeto una identidad poseen la misma fragilidad que los vínculos que éste es capaz de establecer. No hay Otro del Otro dice Lacan en el Seminario VI, El deseo y su interpretación, haciendo referencia al encuentro del sujeto con una falta de garantías estructural. La modernidad por su parte propone dicho vacío continuamente, así como también la imposibilidad de hacer algo con eso si no es a través de la implementación de soluciones fallidas.
¿Tú eres eso? El arte del retrato, la máscara y el rostro vacío
Dos ejes de la muestra se apartan especialmente del concepto más tradicional e inmediato de identidad. Si la representación fisonómica de un individuo a través de la grafía mimética de un rostro podría ser considerada como aquello que permite su reconocimiento en modo más automático, en el eje Otros retratos los artistas se preguntan por lo que no entra en el diseño, aquello del sujeto que no logra ser capturado a través de la imagen clásica. El arte contemporáneo ofrece respuestas al impasse entre la concepción de identidad entendida como fija y especular y aquello que no consigue incorporarse a lo figurativo. El artista Pablo Delfini por ejemplo, reúne en un mismo plano distintos fragmentos de su rostro; la artista y curadora Eva Farji anexa su propia imagen a los diferentes lados de un cubo, alterándola. Perfiles gráficos que buscan señalar la dificultad de abarcar los diversos aspectos del individuo en su totalidad.
Para el psicoanálisis la imagen especular del estadio del espejo (Lacan, 1988) es una “matriz simbólica en la que el yo del sujeto se precipita en una forma primordial”. Ese tú eres eso, cuando éste lo recibe, lo hace otro de aquel que es y lo coloca en una línea de ficción. El TÚ es un cuerpo extraño que identifica al sujeto y al mismo tiempo lo vela. Efectivamente, el segundo eje de la muestra La máscara y el rostro vacío plantea una reflexión sobre los diferentes TU ERES que puede encarnar un sujeto. Subyace la idea de una verdad no accesible al prójimo en modo inmediato aunque presente en sus varias facetas, con múltiples enlaces e incumbencias como lo expresa la obra “Tejido conector”, de la artista Malena Mainieri.
Exlibris y autobiografía. La firma divina
¿Cuál es la materia que recibe el sello, la firma divina? Inciso por la palabra, es el cuerpo del viviente el que se organiza. Dicho cuerpo,grabado y “gravado” de significantes, constituye en esa operación, lo particular de un goce. Huellas sin relación directa y franca a lo orgánico. Lo imaginario del cuerpo o lo que nombra el ser del sujeto no es determinado biológicamente. Por ello no existe una correspondencia biunívoca con respecto a la pregunta ¿qué soy yo?, la cual contará con un cierto número de respuestas. Nominaciones desde donde el sujeto responde cuando es convocado por el Otro. En esta ocasión el arte del grabado al igual que el psicoanálisis, indaga sobre los nombres del sujeto, el lugar desde donde emerge la palabra verdadera, el punto de máxima diferenciación subjetiva. En consecuencia el yo soy eso develará una colección de nombres obtenidos a partir de las propias marcas que resonaron en el cuerpo. En el tercer eje de la muestra, El recuerdo y lo autobiográfico, el artista Daniel Brambilla piensa la imagen fotográfica como representación inapelable de lo acontecido pero sin excluir la contingencia de la mirada. Por ello la obra recibe múltiples yuxtaposiciones e intervenciones que consienten el abordaje subjetivo. La identidad, es decir, el presunto yo compuesto por una serie de elementos que remiten a lo vivido, no descarta visiones anímicas de lo biográfico. En todo caso, la cristalización en una identidad de las diferentes identificaciones del sujeto jugadas a lo largo de su historia hacen patente una vida atravesada por la palabra, por el significante, que orientó la búsqueda de los artistas presentes en la exposición.
El cuarto eje de la muestra pondera y extrema la cristalización de una escritura. El Exlibris constituye la representación artística del precipitado de las identificaciones del sujeto. La palabra deriva de una locución latina que significa de entre los libros y funciona como una marca de propiedad consistente en la impresión de un grabado que se coloca generalmente en el reverso de la tapa de un libro o en su primera hoja en blanco. El término exlibris es precedido por el nombre del propietario y se acompaña con una imagen alegórica o un lema relacionados con el dueño. Dicha marca de propiedad es además un retrato simbólico en donde el artista encargado de su realización debe reflexionar sobre la identidad del mandatario. Eva Farji señala que actualmente, la reformulación del exlibris hace hincapié sobre todo en la producción de un símbolo de identidad más que en una marca de propiedad.
Apelar a lo vivo. Aunque la génesis del significante, a un cierto nivel de lo Real, tenga que ver con la mortificación del cuerpo y con la aparición de los llamados efectos de sentido, cuando la simbolización alegórica del exlibris se formaliza en una grafía, el material utilizado es, de alguna manera, aquello que vivifica a la persona: sus gustos, preferencias, pasiones que la sostienen en la vida. Por estar indefectiblemente ligado a su valor de uso no se realiza un exlibris en nombre de una persona fallecida, de ser así se trataría de un homenaje, algo ejecutado in Memorian. Por el contrario el exlibris ofrece una lectura de los goces del sujeto y de las marcas que el artista logró vislumbrar. En definitiva, ese plus que está más allá de la palabra.
- Autor: Lic. Rosana Alvarez Mullner
REFERENCIAS
[1] El concepto de Lebenswelt fue creado por Edmund Husserl como parte de su fenomenología y hace referencia a actos culturales, sociales e individuales que nuestra «vida» no puede sobrepasar.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- Bauman, Z. (2010), Intervista sull’identità, Roma, Edizioni Laterza.
- Husserl, E. (2016), La idea de la fenomenología, Greenbooks, Edición digital.
- Lacan, J. (1995), Los escritos técnicos de Freud, Seminario I (1953-54), Buenos Aires, Paidós.
- Lacan, J. (2016), Il desiderio e la sua interpretazione, Seminario VI (1958-59), Torino, Piccola Bibloteca Einaudi.
- Lacan J. (1961-62), L’identificazione, Seminario IX, Torino, circulación interna, inédito.
- Lacan, J. (1988), El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia analítica (1936-1949), Buenos Aires, ed. Paidós.
- Lacan J. (1976-77), L’insu que sait de l’une bevue, Seminario XXIV, Escuela Freudiana de Buenos Aires, circulación interna, inédito.
- http://www.ub.edu/tigalab/exlibris/concursos/perfer/2004/concurs_exlibris_02/digi_02_final.pdf
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